lunes, 30 de agosto de 2010

Descalza

Ayer, estuve con una amiga: una de esas personas con las que sientes que todo está bien, que puedes ser tú, que te comprende y te acepta; además de que, aunque nos veamos poco, siempre está ahí; como la luna. Le comenté que, a veces, la gente hace cosas que me duelen: algo así como si te reventaran el dedo meñique del pie cuando menos te lo esperas. Y con la vida de ajetreo que llevamos, ni siquiera te da tiempo a calibrar el daño: ¡Uy, cómo duele esto…, ya me lo curo luego! Y me voy a regar las flores, a ver si pasa.
Pero no. Ahí está. Duele y supura; supura y escuece; cada vez escuece más... Y cuando algo escuece mucho, las plantas no se riegan con el mismo ánimo. Veamos… (me digo y miro): "¡Joder! Si me han dejado el metatarsiano hecho puré". Entonces, me voy al botiquín y me aplico una cura de urgencia; pero sé que me quedo coja para, por lo menos, una semana (o más…).
Y le digo a mi amiga que yo no culpo a nadie; que la única responsable de estos percances soy yo, por dejar los pies al aire donde no debo. Y añado: "mañana mismo me compro unas botas con puntera de hierro". Y ella sonríe y me dice que soy muy rica. Y yo la miro y pienso: “qué bien, que de vez en cuando, una pueda andar descalza sin temor a que te espachurren los pies”.

(Del libro en proyecto: "Paseos por el alambre")

2 comentarios:

Ardilla Roja dijo...

Pues si, Merce. Quienes tenemos a alguien que no nos falla podemos llorar por un ojo. No todos tienen esa suerte.

Un abrazo sin pisotones.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Por suerte para mi, no me han fallado los que en realidad valen. Sí lo han hecho los que en el fondo no eran verdaderos amigos, así que en lugar de terminar con dolor de pies, he quedado más aliviada!

Espero que se sanen tus pies muy pronto!