viernes, 27 de agosto de 2010

Cortesía y presentaciones (del libro: Las buenas maneras)


Las reglas de etiqueta resuelven el problema de saber quién debe ser presentado a quién. Hay tres normas fundamentales establecidas en función del sexo, la edad y la posición social o profesional, respectivamente. Así, el hombre debe ser presentado a la mujer, la persona joven a la mayor y la de menor rango social o categoría laboral a la de mayor. Por lo tanto, un hombre no ofrecerá nunca primero la mano a una mujer, un joven nunca a un anciano y un inferior jerárquico a un superior. Otros casos indican que la persona soltera debe ser presentada a la casada, el familiar al forastero o el menos famoso al más famoso.

Al igual que todas las reglas de cortesía, las de presentación también tienen sus excepciones. Así, en determinadas circunstancias prevalecerá la edad o posición al sexo, como por ejemplo en el caso de una mujer joven que deberá ser presentada a un anciano o a un hombre que goce de cierta relevancia social. Y en el trabajo, el cargo prevalece siempre sobre el sexo, de tal manera que un directivo no presentará nunca primero a su empleada y luego a su jefe, algo que sí debería hacer si, por ejemplo, esa situación se diera en una fiesta o en la calle.
Una de las situaciones más embarazosas a la hora de presentar a alguien es olvidarnos de su nombre. En esos casos, actúe con naturalidad y utilice fórmulas del estilo de "Ustedes ya se conocen, ¿verdad?" o "Ya les presenté antes, ¿no?". En ambientes más informales, puede recurrir al típico "Mejor presentaos vosotros, que yo tengo que ir al lavabo". Siempre funciona.
No presentar nunca a su cónyge como "Aquí mi señora" o "Aquí mi marido". Denota un mal gusto espantoso. Para hacerlo correctamente bastará con emplear la siguiente fórmula: "Le presento a Ana, mi mujer" o "Le presento a Carlos, mi marido" Hay que evitar también emplear los términos "esposo" o "esposa", más `propios de otros países; aquí preferimos utilizar "marido" o "mujer". Un poco más anticuada resulta la fórmula de presentación por parte de terceras personas de alguien como "Le presento a Ana Esteban, señora de Martinez". En cualquier caso, el señor Martinez nunca podrá presentar a su mujer como "la señora de Martinez".
Cuando una de las personas del grupo es famosa (artistas, políticos, etec.), existe la costumbre de no decir nunca su identidad al hacer las presentaciones. Se da por supuesto que todos los demás saben de quién se trata y decir, por ejemplo, "Ana, te presento a la ministra de Justicia", se consideraría una falta de tacto y delicadeza por nuestra parte.
Tenga presente que las relaciones sociales suelen estar teñidas demasiado a menudo de tópicos que no aportan nada y que, muy al contrario, denotan poco saber estar. Por ejemplo, no viene a cuento emplear el clásico "tanto gusto" cuando le presentan a alguien. Es preferible utilizar una fórmula espontánea, natural y, sobre todo, creíble, pronunciada con voz segura. Ahora bien, que la originalidad no le lleve nunca a crear frases vulgares, cursis o que, por excesivamente rimbombantes, no se crea nadie. Más vale quedarse corto que excederse, ya que en este caso el ridículo está garantizado.
El saludo no siempre se personaliza con apretones de manos, besos u otros contactos. No tiene usted que ir dando la mano por la calle, en la escalera o en el trabajo. En muchas ocasiones, una simple frase de cortesía es suficiente. Así, expresiones como "buenos días" "buenas tardes" o "buenas noches", o las más informales "hola" o " ¿qué tal", son perfectamente válidas y sirven también como complemento imprescindible de los otros tipos de saludo.

Del libro: "1000 consejos sobre buenas maneras"
(Servilibro Ediciones S.A).

1 comentario:

Lucio Anneo dijo...

Está muy bien difundir las buenas maneras adaptadas al sentido común.
Pero tus lectores,(al menos yo) esperan tu inspiración, tu "recortes" tu vena de periodismo de ensayo y (porque no decirlo) tu genialidad. Sí, ya se que en verano da pereza escribir e inspirarse. Paciencia y a esperar; ya surgirá la chispa que nos desalumbrará.
Respetuosamente,
Jesús