domingo, 17 de julio de 2016

Fregonísima





             Yo creo que la cama queda mejor ahí. A ver, voy a fregar esa parte y ahora la muevo. Venga… Mhmmmm. Joder, cómo pesa, con eso de los ´canapésguardalotododebajo´. Mhmmmmmmm. ¡Ay!... Lo que faltaba es que me escurriera ahora y me rompiera una pierna, vaya resbalón. Desde luego, estas zapatillas son una mierda. Pero vamos, quién me mandaría a mí remover mobiliario en verano. ¿Otro empu-jon-mmhmn-cito?...
        ¡Leches! Si lo sé, me tumbo en el sofá a ver una peli, o me bajo un rato a la piscina, como todo el mundo, y que le den al fregoteo y al arrastre. Pero claro, ¿cómo, si no, voy a encontrar tanta sorpresa debajo de la cama? ¿Y este bolígrafo?... Ni idea… ¡Anda! Mira donde está la goma del pelo que se me perdió hace un mes; ¡y las medias!... ¡Ay! Dios. Con lo fácil que era antes limpiar debajo de las camas. Metías el palo de la fregona, y listo. No como ahora, que con estos inventos canapésimos lo único que haces es acumular ropa y reliquias aquí debajo.

       Porque, a ver, ¿para qué quiero yo conservar el traje con el que bautizamos al niño(que ya tiene veinte años)? O el vestido de cóctel con el que acudí a la boda de mi prima Menchu (si ya ni me hablo con ella). ¿Y esto?... Ah, sí, los zapatos de mi boda; y la silla de la playa de la abuela... Burracos, para eso sirven los canapés de debajo de la cama, para acumular burracos. 

       Con los tiempos modernos, debajo de las camas-canapé ya lo que menos se acumula es suelo. Mira, mira… Vamos, que me voy ahora mismo a por la aspiradora. O mejor, la enchufo y me pego el mango del cepillo a los pies. Quien sabe…, igual, mañana salgo en los titulares: “Mujer absorbida por una aspiradora mientras limpiaba debajo de la cama”. Jo, qué susto. Quita, quita, que los muebles están muy bien así; y tampoco hay que obsesionarse con la limpieza. Anda y que le den a la casa, que estoy de vacaciones y no voy a presumir de fregonísima.






DIARIO DE UN ADOLESCENTE

             Mamá está rara. Hace días que no parece la misma, sobre todo porque ya no gruñe, y porque se pasa el día cantando. Hoy, después de ducharme, dejé mi ropa en el suelo del baño, más que nada para oírla, para que volviera a ser ella, para que me gritara que deje el baño como me lo encuentro. Pero no, no dijo nada. El caso es que la casa está muy limpia, y huele muy bien. El perfume que emplea debe ser nuevo; está chulo. No sé cómo se las arregla para tenerlo todo a punto, aún trabajando fuera (y con un cerdo como yo en casa). Pero sí, todo está impecable. La diferencia es que antes llegabas del instituto y la veías con la fregona y los pelos en la cara, maldiciendo lo que había que maldecir, y recriminándome que no hago nada, que sólo sirvo para ensuciar. Con mi hermana hace tiempo que tiró la toalla, porque enseguida se le sube a las barbas; cualquier día se
enganchan. 
           El caso es que estoy preocupado, muy preocupado. Como hay tantas enfermedades raras por ahí, quién sabe si mi madre no habrá cogido un virus de esos y ahora esté en la fase “todomelopasoporelforro”. Uy, qué susto. No quiero ver a mi madre así, como flotando en una nube.
           El sábado se pasó la mañana en pijama, con una taza de café en las manos. Salía a la terraza y se quedaba mirando al cielo, extasiada. Le pregunté por mis vaqueros nuevos y creo que ni me escuchó. Me decía: ¿Qué?... Estaba en cuarta dimensión, o en octava, por lo menos... El caso es que le han cambiado hasta las facciones, ahora tiene una expresión más dulce, más joven..; está más guapa. Y lo peor es que encontré una bolsita encima de su cama. La abrí. ¡No veas...! Me subió hasta el color. Era un juego de ropa interior; de infarto. 
  
           ¡Uf!, a mi madre le ocurre algo grave… Incluso, me la acabo de cruzar en el pasillo de casa y me ha sonreído, así, sin más. Y eso que anoche dejé el plato con las sobras de macarrones encima del mueblecito de la entrada, y las zapatillas en mitad del pasillo.
           Se lo conté a un amigo y dice que no me preocupe, que lo que le ocurre a mi madre es que está enamorada.. ¿Quéeeeeeeee? ¿A su edad?... Aunque, ahora que lo pienso, mi madre está cañón. ¿Entonces?... ¿Por qué no?... Incluso, esta enfermedad tiene sus ventajas: he dejado mi cuarto hecho una pocilga, pero como ahora ella todo lo ve de color de rosa…







PUEDES // NO PUEDES

      Puedes arrancarme una sonrisa (me brotan solas). Puedes remover mis raíces y llevarte un recuerdo de mi fondo marino. Puedes sisarme un beso, rozar mi pensamiento con tus dedos, acompañar mi silencio...
     Puedes acariciar mis sueños, compartir conmigo tu almohada, fundirte en mi albornoz. Puedes, incluso, robarme el corazón (me lo dejo en cualquier parte).
      Pero lo que nunca podrás es comprenderme.





LA SOLEDAD DE LOS NÚMEROS PRIMOS

       Hoy me levanté positiva, mira tú… 
      Me he propuesto no mosquearme por nada; por na-da. Ja, ya veremos, porque vaya tela… Creo que le llaman ningunear (palabra de moda), a eso de que la gente te ignore. Bueno, en realidad no me refiero a que te ignore el conductor del autobús, o el repartidor de la Mahou. Me refiero a tu gente (llámese tu gente a ese círculo de personas que cuando te las encuentras por la calle o en casa, dices: ¡Anda! Contigo me tomé yo un café ayer. O, ¡jope! tú eres la que me sangra el monedero y me llama mami.
        Mira que resulta complicado esto de las relaciones personales… Todo un arte al que dedicarle tiempo y ganas. Venga, me lo curro (tareilla) y voy, y me marco un ensayo con un compañero de trabajo. Y le digo (por hablar de algo): ¿Tú sabes la diferencia entre ´tener el alma en un hilo´ y ´tener el alma en vilo´? Y va el tío, me mira de arriba abajo (muy distinto a mirar de abajo arriba) y, como si hubiera descubierto una mosca en el plato, me contesta: «Tú estás ´pillá´». Joder, ni que le hubiera preguntado por el contrabando de alpiste en los Pirineos… 

        Y es que los hay superficiales como un trozo de celulosa en el váter (iba a decir inodoro, pero no me sale tan fino).
        Pues eso digo, no hay quien entienda a la gente. Igual es que yo soy un bicho raro y lo que mola es hablar del gobierno, quejarse, insultar a los semáforos; que mira que se regocijan cuando ven que vas con prisas. Eso sí (volviendo al ninguneo), cuando ellos (los otros) tienen algo que contarte, la cosa cambia: se les iluminan los ojos y lo primero que te preguntan es por el perro: « Oye, ¿te duerme bien el chucho?»... Y tú, que ya conoces la letra pequeña de la gente (que a montar en ´bici´ se aprende a tortazos en la calle), pues le contestas que sí «el chucho me duerme del tirón». Y para no dilatar mucho la entrada y que acabe pronto, adoptas la postura de «escucha activa» (brazo cruzado en el pecho sobre el que descansa el otro brazo, mientras te sujetas la barbilla). Y va y te cuenta, que si su suegra no sé qué; que si su vecino no sé cuanto; que este año tampoco puede llevar a los niños a Disney; que si pitos que si flautas.
          Pero claro, ¿cómo le digo que yo no estoy pillá, que el primo es él, que está pillao: por el Banco, por la familia, por las frustraciones, y por ese carcomido y enoooorme vacío interior…?







SEPARAR LOS CLAVOS DE LAS ALCAYATAS

           ¡Ay!, qué bien, estoy de vacaciones (una semanita). Véase “vacaciones”: periodo de tiempo en el que, no teniendo que acudir al trabajo ni aguantar a tu jefe, disfrutas de todo aquello que te gusta hacer…:
         ¡Mierda! Enel cubo de la ropa sucia que no cabe un duro; perdón, quiero decir un euro, que ya hemos cambiado de paradigma económico. En fin, tercera lavadora que pongo hoy (mismo paradigma familiar que el de la época de Carlos Gardel). ¡Jope! Yo no he visto más suciedad que se acumula detrás de la nevera. ¿Y los azulejos del baño? Pabañarlos en lejía…, vamos…
        ¡Pero, bueno…! ¿Y toda esta ropa en el armario de la entradita? ¿Es que aquí no plancha nadie?:         ―¡Nadieee! Ven para acá... Que no, que no va a venir. Desengáñate, que las vacaciones son para disfrutarlas tú solita...

       En fin, que me he pasado la mañana intentando que el salón se parezca a un salón; la cocina, a una cocina; los baños, a unos baños y los dormitorios… ¡Huy! es verdad, también están los dormitorios… ¡Qué despiste vacacional! je, je. “Dormitorio”: lugar donde se acumula ropa sobre la cama, en la silla, en el suelo, por los rincones… Me niego. Mejor me preparo un valgas (que se dice en mi tierra, y que no es otra cosa que Valdepeñas con gaseosa) y luego me tumbo en el sofá a leer un libro. ¡Plas! ¡plas! ¡plas! Abro la nevera. Joder, (palabra que yo digo mucho pero que no va con ninguna intención) ¿quién habrá apretado tanto el tapón de la bebida carbonatada? Los alicates ¿dónde están los alicates?... Huy, vaya tela cómo está la caja de las herramientas. Un momento, voy a
separar los clavos de las alcayatas, que luego no hay manera…

        Después de dos horas ordenando la caja de herramientas... Teléfono…

        ―¿Si?
        ―Mamí, que hoy viene mi amiga a comer. Ah, y su hermana con el novio, también.
¿Nos preparas unas tortillas, unos calamares en su tinta y un gazpachito con guarnición? Que a ti todo te sale tan bueno...

        …Qué bien, y pensar que todavía me quedan seis días de vacaciones para terminar de ordenar la caja de herramientas y separar los clavos de las alcayatas.






QUIÉN SABE...

             Dicen, que todas las personas que se cruzan en tu camino tienen un mensaje para ti; incluso aquellas con las que sólo compartes una mirada un poquito más larga que con el resto. ¿No te has fijado?... Hay personas que aparecen en tu vida, se quedan un tiempo y luego desaparecen sin más.                Pues, debe ser eso, que ya te dejaron el mensaje y siguieron su camino (como el cartero con las cartas). En cambio, otras personas están ahí siempre. ¿Por qué? Imagino que para ofrecerte algo más, por ejemplo: refugio, compañía, amistad, cariño… Y es que nuestro mundo está hecho de círculos que se van expandiendo como las ondas en el agua. Igual pensamos que las ondas más cercanas son las que más nos afectan, pero no es así. Vamos por orden de proximidad: mi familia, mi barrio, mi ciudad, mi región, mi país, mi continente, mi planeta, mi galaxia… (y volver…).
           Huy, que pequeña me siento…
          Y yo pregunto ahora: ¿de veras ese enfado con tu familia te afecta más que, por ejemplo, la salud del planeta? ¿Por qué?... Pues, muy sencillo, porque somos así de ignorantes (y me meto yo también). Removemos cielo y tierra por una herencia, y nos quedamos de brazos cruzados cuando nos contaminan el mar (por decir algo).
          En fin, a lo que iba —que me salgo por la tangente— que, de ahora en adelante, me aplicaré para descubrir ese regalo (enseñanza o señal) que cada cual tiene preparado para mí, y que viene envuelto en un papel aparentemente cotidiano, pero que ¿quién sabe la de ondas que habrá tenido que sortear hasta llegar aquí?...

           Y, como ya tenía preparado este escrito, te lo dejo aquí (quién sabe por qué).







EL BESAR, SE VA A ACABAR

              “Yo no me fío de la mitad de la cuadrilla”, decía uno; y sólo estaban el padre y el hijo.

              Pues eso… Que acabo de leer que Sanidad aconseja que la gente no se bese ni se toque en los saludos; una medida contra la gripe A, dicen. Parece que los españoles somos muy besucones y muy tocones con los desconocidos, de manera que ahí queda elaviso. Seguro que a los japoneses no les hace falta esta medida, ya sabemos que ellos te reciben con una leve inclinación de cabeza; un gesto elegante y previsor; sin duda.
           Estaba pensando en esto de los contagios y la cara de acelga escurrida que se le puede quedar a la gente si alteramos nuestras costumbres. Y es que nos besamos por instinto: « Aquí Lucrecia» «Hola, muak, muak» (A saber de dónde viene o quién es la susodicha Lucrecia) En adelante, la cosa va a cambiar. Imagino que, en las presentaciones, habrá que dar un paso atrás en cuanto oigas el nombre del intruso, más que nada para advertirle que debe mantener la distancia de seguridad. A continuación, se puede inclinar un poco la cabeza estilo-japonés; eso sí, sin dejar de mirar a los ojos, no sea que te partan un bastón en la espalda. En fin, que el saludo a desconocidos me ha quedado claro: un “hola” con paso atrás y mirada expectante.
           Vamos con los conocidos, familiares, amigos; los de siempre... Pues con estos tendré que llegar a un acuerdo: «Te dejo un beso en la nevera» «Ahí en la parada del autobús, te dejé unos besos» «Mañana te mando besos con torrijas»… Jo, que rollo, con lo que a mí me gustan los abrazos de oso y los besos de canela en rama...
           Recuerdo que un profesor de geografía que tuve decía que los americanos organizan guerras cuando ven que se les caduca la munición almacenada. Y digo yo, ¿no será que a estos de Sanidad se les iban a caducar un montón de vacunas y con la crisis les daba remordimiento tirarlas?...
          Oye, ahora que caigo... Bueno, nada, que te mando besos por ordenador y, de lo otro, ya
hablamos...







DEDUCCIONESP PLAYERAS

            Hoy estuve en la playa. No, no había mucha gente. Eran más o menos las cinco de la tarde, y la masa se concentra por la mañana. El sol estaba bajito, y el agua, para no salirse. Me encanta observar a la gente en la playa; bueno, tampoco es que me pirre, pero cuando vas sola parece que te distrae.
           Cerca de mi toalla se instalaron una mujer y su hijo, de unos treinta años. ¿Qué como sé lo del parentesco? Te podría decir que por la semejanza de facciones, pero no. Lo sé por el instinto. El mío, no, el maternal. «Niño, mójate un poco antes de tumbarte, a ver si te pones malo» Y el “niño” ni caso. Ahí tumbado, aguantando; que lucir moreno cotiza en bolsa. De manera que, la madre se fue a la orilla, para eso vino a la playa, para remojarse ¿no? En fin, que la veo entretenida en el juego de unos niños sobre una colchoneta. Sonríe, piensa, tal vez, qué bien se lo pasan los críos. 
           Luego, vuelve la vista al suyo; que también se lo pasa bien, a su manera, pero que el sudor ya le corre por las uñas, y piensa: «Le voy a decir que se bañe. No, mejor lo dejo, que igual, si insisto, se
mosquea, pero es que se va a poner malo».
          Y, como a la playa se viene para estar relajado, pues la mujer opta por remojarse los pies y seguir disfrutando de la plebe escandalosa.

         Como el chico se ha tumbado muy cerca de mí, lo observo con detalle: los ojos cerrados, el pinganillo de la música en sus oídos, y el sudor, que se va adueñando de su cuerpo por tramos: primero la frente, luego los pelillos del pecho, la barriga y las nalgas, que tenía flexionadas. En el cuello, veo las palpitaciones de la yugular derecha (también existe una yugular izquierda; lo dice Google, pero esa no la veo). La cabeza, con pelo abundante, hacia atrás. El rostro, de líneas suaves, dulces. Las cejas perfectas... Vamos, un adonis sobre la toalla.

            A unos metros de él, como en una secuencia de celuloide (primer plano, plano-medio, panorámica), una chica juega a las palas, y, detrás, el mar en toda su inmensidad.
           La chica de las palas debe tener la misma edad que el chico que suda junto a mi toalla. Lleva (la chica) un bikini de rayas (como en la canción), el pelo, negro, negrísimo, recogido con una pinza, y, en las orejas, unas bolas plateadas y enormes...
        «¿Cómo me sentarían a mí unos pendientes como esos?», pienso.
          La madre del chico ya ha dejado de preocuparse por las calorinas de su retoño, tumbado como un lagarto al sol,  Ahora, observa a la chica de los salcillos fashion. Por la postura de la mujer (brazos a la espalda y pie derecho adelantado removiendo la arena), podría decirse que la mujer piensa. Y ¿qué puede pensar? Probablemente, el porqué la cigüeña no le obsequió con una niña en lugar de un mozalbete presumido y silencioso como el suyo, de manera que, ahora, no se aburriría ahí sola, en la orilla, sin hablar con nadie. Una hija con la que compartir alguna queja, por ejemplo: «A ver si, cuando lleguemos al apartamento, convences a tu padre de que se venga un rato a la playa, que nos vamos dentro de una semana y mira tú qué plan de baño tiene».
         Pero, no. Ahí sigue la pobre, silenciosa, lejana y sola, como Córdoba la llana. 

         Al final, deduje, que lo que pensaba la mujer igual tenía que ver con si aceptaría a la chica de las palas como nuera. Que ¿cómo lo sé? Muy fácil, porque, de vez en cuando, se restregaba la cara con la mano como si tuviera mucho calor, y, eso (no me preguntéis por qué), es que se busca novia para el hijo.

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