viernes, 29 de junio de 2012

Y me quedo tan pancha

Vettriano

Por mucho que una ande en la búsqueda de la iluminación, la tranquilidad espiritual y el bienestar interior, el mundo sigue ahí, con su magma incandescente, su torbellino insoportable y sus afiladas esquinas a sortear. Mantener la calma en medio del caos ya es un logro a tu favor. Y aprender a manejarte en el temporal se llama supervivencia. En este sentido (y sin ánimo de vacile) creo que no me quedan asignaturas pendientes. Pero, ¿qué hacemos con las impertinencias de la gente?... Mira que me gusta mi trabajo: la atención al público, la resolución de problemas, la iniciativa y todo lo que tenga que ver con la colaboración al profesorado y el cuidado del Centro; creo que no se me da mal. Pero he aquí que llega el periodo de matrículas y todo tiene que andar bien coordinado y a punto; la avalancha humana nos puede arrastrar a un agujero negro.

“¿Listo?...”

“Listo”.

Las tres de la tarde. En la puerta, haciendo cola, más de cuatrocientas personas (y las que quedan por llegar). “¿Me dejan paso, por favor?” “Gracias, gracias”. Ni me acordé de meter el dedo en el aparatito de control de entrada. En fin, vamos al lío. Se reparten los números, se habilita un espacio ventilado y con asientos, se señaliza la ubicación de matrícula de cada actividad, se facilitan impresos, aclaraciones, dudas…, y esperamos a que den las cuatro (hora de inicio de la matriculación para los cursos municipales). Todo bien, dentro del calor que hace y el rato que lleva la gente esperando para pillar buen número.

¡Siguiente!…

¡Siguiente!…

¡Siguiente!… Sí, señor, esto lo entrega por duplicado. Aquí tiene su número de orden.

¡Siguiente!…

Las seis de la tarde y ni al baño.

He aquí, y mire usted por donde, aparece el borde de turno (ese que aprovecha circunstancia y revoltijo para descargar su arrogancia y sus miserias en vez de dedicar su horas muertas a chupar candados). “Señorita, yo vengo a retirar unos papeles a nombre de mi mujer y mío que me dijo el profesor que ya estaban aquí”. Ni idea de lo que me pide, pero bueno, me retiro del mostrador y hago las gestiones. Me entregan una carpeta amarilla donde se supone que está lo que pide el tipo de marras. Repaso papeleo y no encuentro nada ni a su nombre ni al de su mujer. “Oiga, a ver si usted no ha mirado bien, porque tienen que estar ahí”. “Venga, miramos otra vez, vaya leyendo conmigo”… Nada, que no están. “¿Cómo que no están? A ver si me han hecho venir y esperar cola para esto”- me grita. “Oiga, yo creo que lo mejor es que contacte con su profesor por si le ha dejado los papeles en otra parte” –apunto. “Qué otra parte ni que narices (se envalentona), los papeles tienen que estar ahí, lo que pasa que ustedes son unos ineptos”. Ea, pues mire usted, si seguimos en ese plan, es que ni una palabra más (pienso). Pero como mis cursillos de Atención al Público no los hice en balde, identifico perfil del usuario y aplico la técnica correspondiente, que no es otra que el no enfrascarme en discusiones para que no me lleve a su terreno y descargue conmigo su insatisfacción personal, pavoneándose delante del resto, porque sabe que estoy trabajando y no me puedo permitir ciertos lujos. “Mire, hagamos una cosa: usted me deja su nombre y un teléfono de contacto, yo le hago las gestiones pertinentes sobre sus papeles y le llamo con lo que sea”. “Sí, claro, lo que usted quiere es quitarse el muerto de encima, porque ni me va a llamar ni nada”. “Oiga, señor, le estoy ofreciendo una solución, si no le parece bien, con todo respeto, no tengo nada más que hablar con usted. Si es tan amable, deje que pase el siguiente”.

Ni que decir tiene que me anotó su nombre y el teléfono, y se fue lanzando improperios (para demostrarle a todo el mundo lo que no es capaz de demostrarse a sí mismo, ni en su casa).

Hechas las gestiones, resulta que su mujer ya había venido a por los papeles y se ve que olvidó comentarlo con su queridísimo esposo (eso me dijo mi compañera de trabajo, que ya habló con la mujer y todo aclarado). ¿Todo aclarado?... ¡Ay, amigo, usted no sabe con quien se las gasta! Que yo soy megacomprensiva, superatenta, archicordial y estoica, y no las guardo porque me ocupan sitio, pero esto no se va a quedar así. ¡Faltaría más! Agarro el teléfono.

Tiro-rio-ri, tiro-rio-rá.

Hola, buenas tardes. Quería hablar con XXX.

Sí. Es mi marido. Es que va conduciendo. Dígame.

Pues, nada, quería saber si ya se solucionó lo de sus papeles (me hago la ingenua).

Sí, sí. Muchas gracias, ya los tenemos. Lo acabamos de hablar con su compañera (me dice la mujer muy astuta).

Ah, pues me alegro. Y, dígame, dónde estaban.

No. Es que los había recogido yo el día de antes y él no lo sabía.

¿Qué los había recogido usted? No me lo puedo creer. Después del pollo que me montó su marido aquí, delante de todo el mundo.

Bueno, ya lo disculpa.

Claro. Si lo de menos es disculparlo, pero usted me dirá cómo le explico yo a la gente que la incompetencia no fue mía.

(Silencio)

Mire (prosigo), dígale a su marido, por favor, que otra vez tenga un poco más de cuidado, porque desprestigiar a los demás delante de un montón de gente resulta muy fácil, lo difícil es buscar ahora a todas esas personas para aclararles lo sucedido.

¡Pun! ( cuelgo).

Seguro que sobre este asunto, y mi forma de actuar, habrá infinidad de opiniones, todas válidas y aceptables. Igual, una vez resuelto, yo tendría que haber pasado del tema, dejarlo estar, seguir con mis cosas y olvidarme de este tipo. Pero es que, jamía, ya lo decía mi abuela: “Esta niña tiene su carácter y por más que te empeñes”… Y así es. Yo es que hay cosas que no las puedo pasar por alto, sobre todo, cuando está en juego mi imagen como persona y como trabajadora (que me cuesta mucho esforzarme y aprender, para que venga un incompetente, amargado y frívolo a echármelo todo por tierra de forma gratuita). Que no, que no, mire usted, que no me callo. Y me quedo tan pancha.

3 comentarios:

Neogeminis Mónica Frau dijo...

...es que hay cosas que sacan de quicio a cualquiera!...al menos te descargaste!
=)

Paseo por las nubes dijo...

Sí, Neo. Me parecía que algunas cosas no pueden quedar así, como si nada. Hay que ser un poquito más responsables y respetuosos con los demás. Esperar a ver qué ocurrió y luego, una vez resuelto, actuar en consecuencia; pero no antes.
Besillos de verano.

mar... dijo...

¡Uf! No sabes como te comprendo.
Mi último trabajo también fue de cara al público y en los últimos días de contrato, después de llevar toda la mañana indicando a la gente que no podía aparcar en el lugar en cuestión, llegó el típico listillo y me dice que a ver que hace él con el coche si no lo puede dejar allí, entonces yo muy ufana le digo: pues usted sabrá, yo esta mañana lo he dejado en casa y me he evitado el problema". Claro, allí se quedó jurando en hebreo pero yo me metí al ayuntamiento y santas pascuas (si es que hay veces que mantener las formas agota).
Lo que me dijo mi jefe que tenía que haberle contestado lo omito, jeje, si llego a decir eso a alguien a lo mejor me agreden (para mi que el jefe no había dado cursillos de atención al público)
Un beso