Nada. Que no hay manera. Ni que me lea un artículo interesante ni que busque en Internet ni que inserte una palabra, un recuerdo, una anécdota... Anda, monina, aparece...
Joder,
que no. Que esto de la inspiración es como el lápiz de ojos, cuando
más lo necesitas se te cuela debajo del sofá o te lo encuentras sin
punta.
¿Me
estaré oxidando?...
¡Plas,
plas, plas! Me voy al baño, enciendo la luz, pego la cara al espejo
y me tiro del párpado: decía mi abuela que si estás malita
tienes que mirar la parte interna del párpado inferior y que no esté
blanca. A ver..., pues no, no lo está. ¡Agggg! Tampoco es de la
garganta, no hay placas a la vista. ¿Y el tono? A ver el tono:
La
donna é mobile,
qual
piuma al vento,
muta
d´accent.
E
di pensiero...
Perfecto.
¿Entonces?... ¿Por qué todavía no escribí nada con las horas que
son?¡Qué desesperación! (pareado, cacofónico y lombrino; la
última palabra me la acabo de inventar, a ver si así engraso
circuitos).
Ya
sé que no hay que obsesionarse con las cosas, pero es que yo, si dan
las doce de la mañana y no escribí algo, pienso: «Un
día de entrenamiento perdido».
Porque esto de la escritura es como el que corre a diario y va una
mañana y no se puede levantar de la cama, ¿chungo, verdad?
¡Ay!,
a ver…, creo que se me está ocurriendo algo… ¡Eso es! Voy a
contar lo del niñato
ese que me encontré ayer en la estación de cercanías y no paraba
de hablar por el móvil.
Veamos
(me humedezco los dedos y tiro de la bandeja del ordenador).
—¡Mamaaá!
—Siiiiii
(contesto).
—¿Tienes
que salir a compraaaar?...
—Siiiiii.
—Pues,
que no se te olvide la espuma del pelooooo.
—Nooooo.
¡Vaya! Ahora que me había venido la inspiración...
Es
que, esto de llevar la escritura mezclada con la casa y los encargos,
tiene su mérito; y luego dicen que si Pérez Reverte, que si la
Isabel Allende … A esos los quisiera yo ver escribiendo con el
potaje de garbanzos al fuego, el tío de la luz llamando
al portero automático, el niño pidiéndote dinero para gasolina, la
vecina de arriba con los tacones y las voces en off:
—Mamaaaaaaaá,
¿todavía no te has ido? ¡A ver si te cierran!
En
fin, me voy a por la espuma de los cojones,
igual me ocurre algo interesante en el camino,
vengo y lo cuento. Pero, vamos, que a este ritmo y con la inspiración
en el supermercado, me como yo una rosca en el mundo de la escritura.
Ahora
comprendo a Rambo
cuando dijo aquello de: «No
siento las piernas».
No hay comentarios:
Publicar un comentario