sábado, 28 de julio de 2012

¡Lo conseguí! He vencido al monstruo, je, je


Tengo en la mano un azucarillo con una inscripción que dice: "No he fracasado. He encontrado 10.000 soluciones que no funcionan"...

Pues bien, si no creyera con los ojos cerrados que encontré la que funciona y que he vencido al monstruo, no se me ocurriría escribir esto ni compartirlo contigo.
La verdad es que dejar de fumar es fácil si cabes cómo; este es el título del libro que me ha ayudado a vencer a un monstruo que, en realidad, no era tan fuerte, pero sí muy astuto. Los que no han fumado nunca igual también saben de lo que hablo, pero esto es para los adictos, para los que un día se descuidaron y ¡zas! con el primer cigarrillo abrieron las puertas al monstruito que se coló dentro y no ha dejado de reclamar su dosis.
Este método no tiene nada que ver con la fuerza de voluntad ni con el sacrificio que hay que hacer para dejar el tabaco. En realidad no hay que sufrir nada, lo único que hay que hacer es acabar con el monstruo. Si lo que pretendes es dormirlo, no se dejará, de ahí que muchos intentos por dejar de fumar fracasen. Lo que hay que hacer es expulsarlo del cuerpo. ¿Cómo?... Te lo voy a contar, claro que te lo cuento.
Lo que he descubierto en este libro es que se puede vencer la adicción al tabaco (o a cualquier cosa) si sabes qué es lo que te mantiene enganchado, cómo romper el mecanismo y cómo te mueven los hilos para que no lo consigas. Una vez que descubres esto, lo demás está chupado. Por cierto, no tengas miedo a no saber qué hacer con tu vida sin tabaco, los no fumadores no lo necesitan para vivir.
Lee... No vas a perder más de lo que hayas perdido hasta ahora.

* * *
"Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo (Allen Carr)" el libro.

¡VOY A CURAR AL MUNDO DE FUMAR!
Estaba hablando con mi mujer. Ella pensó que me había vuelto loco, lo cual es comprensible, dado que cada dos años había sido testigo de mis serios intentos por dejar de fumar. Resulta más comprensible si se tiene en cuenta que mi último intento había terminado en un ataque de llanto, cuando comprendí que, una vez más, había sido derrotado después de seís meses de infierno. Lloraba porque sabía que si no lo lograba esta vez, sería fumador para el resto de mi vida, y había puesto tanto empeño que me dí cuenta de que no podría volver a sufrir tanto. Su reacción resulta aún más comprensible cuando me oyó pronunciar esta frase, apenas apagué mi último cigarrillo: ¡No sólo me curaré yo, sino que además curaré al resto del mundo!

Mirando atrás, parece como si toda mi existencia no fuera más que una preparación para resolver el problema del fumar. Incluso esos años odiosos en los que estudié y trabajé como economista, resultaron de enorme valor para desentrañar los misterios de la trampa del fumar. Se dice que no se puede engañar a todo el mundo siempre; pero creo que es justamente eso lo que han estado haciendo las empresas tabacaleras durante muchos años. También soy el primero que ha comprendido a fondo la trampa del fumar. Para evitar parecer arrogante quiero aclarar que no soy el responsable de este descubrimiento, sino que fueron las circunstancias de mi vida las que me ayudaron a verlo todo con claridad.
El día histórico fue el 15 de julio de 1983. Nunca escapé de la prisión de Alcatraz, pero supongo que el alivio de quienes sí lo hicieron fue comparable al que sentí apagando aquel último cigarrillo. Me di cuenta de que había descubierto lo que todos los fumadores querrían encontrar: una forma fácil para dejar de fumar. Después de probar mi método con familiares y amigos, me dediqué por completo a ayudar a todos aquellos fumadores que quisieran dejar de fumar.
Escribí la primera edición de este libro en 1985. Me decidí a hacerlo ante la necesidad de una de las personas a quien no había podido ayudar, cuyo caso aparece en el capítulo veinticinco. Me había visitado dos veces, y ambos habíamos acabado llorando en las dos ocasiones . Estaba tan ansioso que no lograba relajarse lo suficiente como para entender lo que yo le decía. Entonces se me ocurrió que si lo escribía, él podría leerlo en el momento oportuno, tantas veces como quisiera, ayudándole con ello a captar el mensaje.

Escribo esta introducción para la segunda edición del libro, que ha figurado todos los años en la lista de bestsellers. Al hacerlo, recuerdo la enorme cantidad de cartas que he recibido y sigo recibiendo de todo el mundo, escritas por fumadores y familiares de fumadores, en agradecimiento por su publicación.
(...)

Capítulo 1
El peor adicto a la nicotina que jamás he conocido

Tal vez debería empezar por explicar por qué me considero competente para escribir este libro. No soy ni médico ni psiquiatra; mis títulos son mucho más apropiados: fui durante treinta y tres años de mi vida un fumador empedernido. En los últimos años fumaba cien cigarrillos diarios en los días malos, y nunca menos de sesenta.
A lo largo de mi vida había intentado dejarlo docenas de veces. Una vez lo dejé durante seis meses, y todavía estaba que me subía por las paredes. Me colocaba cerca de los fumadores para obtener un soplillo de su humo; seguía viajando en los compartimentos para fumadores de los trenes.
En cuanto a la salud, con la mayoría de los fumadores es una cuestión de "lo dejaré antes de que ocurra algo". Yo había llegado al punto en que sabía que me estaba matando. Tenía un dolor de cabeza permanente, producido por la presión de una tos continua. Sentía cómo palpitaba casi sin parar la vena que baja por el centro de la frente, y, sinceramente, creía que en cualquier momento me iba a explotar la cabeza y que me moriría de una hemorragia cerebral. Aquello me preocupara, pero no por eso dejaba de fumar.
Había llegado a una etapa en la que ya ni siquiera intentaba dejarlo. No era que me gustase fumar. La mayoría de los fumadores han estado alguna vez bajo la ilusión de que disfrutan de un cigarrillo de vez en cuando, pero yo nunca he tenido esa ilusión. Siempre he odiado el sabor y el olor del tabaco, pero creía que los cigarrillos me ayudaban a relajarme. Me daban valor y confianza. Siempre me sentía deprimido cuando intentaba dejarlo y no pensaba que se pudiera disfrutar de la vida sin cigarrillos.

Al final, mi mujer me envió a un hipnoterapeuta. Debo confesar que era completamente escéptico. En aquellos tiempos no sabía nada acerca de la hipnosis; imaginaba a unos tipos con aire de Svengali, con ojos pentrantes, moviendo un péndulo. Tenía todas las fantasías que afectaban a los fumadores excepto una: sabía que no era una persona de poca voluntad. Yo dominaba en todos los demás aspectos de mi vida, pero los cigarrillos me dominaban a mí. Creía que la hipnosis implicaba cambios forzosos en mi voluntad, y, aunque no obstaculizaba el proceso (como la mayoría de los fumadores, estaba deseando dejarlo), creía que nadie me iba a convencer de que no necesitaba fumar.

La sesión entera me pareció una pérdida de tiempo. El hipnoterapeuta intentaba hacer que levantara los brazos y probó varias cosas. Nada parecía funcionar como debía: no perdí el conocimiento y no entré en trance (o, al menos, eso creo yo). Sin embargo, después de esa sesión, no sólo dejé de fumar, sino que realmente disfruté del proceso, incluso durante el período de retirada de la droga.
pero, antes de que salgas corriendo a ver a un hipnoterapeuta, déjame aclararte algo. La hipnoterapia es un modo de comunicación. Si el mensaje comunicado es erróneo, no dejarás de fumar. No voy a criticar al hombre a quien yo consulté; estaría ahora muerto si no le hubiera ido a ver. Pero aquello sucedió "a pesar de él" y no "por él". Tampoco quiero que parezca que quiero atacar a la hipnoterapia; al contrario, yo la uso también como parte de mi tratamiento. Ese poder de sugestión y esa poderosa fuerza pueden ser usados para lo bueno y para lo malo. Nunca te sometas a una sesión de hipnoterapeuta si no te lo ha recomendado personalmente alguien a quien conoces bien y en quien confías.
En aquellos años horrorosos como fumador, creía que mi vida dependía de aquellos cigarrillos y estaba dispuesto a morir antes que estar sin ellos. Hoy la gente me pregunta si alguna vez siento algún deseo de fumar. La respuesta es "nunca, nunca, nunca", más bien lo contrario. He tenido una vida maravillosa. Si hubiera muerto por fumar, no podría haberme quejado. He tenido mucha suerte en la vida, pero lo más maravilloso de todo ha sido liberarme de esa pesadilla, esa esclavitud de estar destruyendo sistemáticamente mi cuerpo y de pagar un dineral por el privilegio.
Quisiera dejar clara desde un principio que no soy una figura mística. No creo en los magos ni en las hadas. Tengo una mente científica y no entendía lo que a primera vista pareció cosa de magia. Empecé a leer sobre la hipnosis y el fumar. Nada de lo que leí parecía explicar el milagro que había ocurrido; ¿por qué había sido tan absurdamente fácil dejarlo, cuando en ocasiones anteriores había supuesto semanas enteras de oscura depresión?
Tardé mucho tiempo en entenderlo, fundamentalmente porque miraba la cuestión al revés. Intentaba explicarme por qué había sido tan fácil dejarlo, cuando el verdadero problema es comprender, por qué lo fumadores lo suelen encontrar tan difícil.

Te seguiré contando (por hoy, está bien)

7 comentarios:

apm dijo...

superinteresante tu entrada Mercedes... se la pasaré a mi hermana, que ha intentado dejar de fumar unas mil quinientas veces, y nada, siempre ha vuelto !a ver si ahora lo consigue!!!
Mil besitos gordotes

Tempus fugit dijo...

Yo dejé de fumar hace ya... Y me pregunto: "Si quisiera volver a fumar necesitaría un hipnoterapeuta? :)


besos

Paseo por las nubes dijo...

apm, muy bien pensado. Dile a tu hermana que me he propuesto copiar todo el libro, pero que si quiere buscarlo y seguir leyendo... La verdad es que te da unas pautas que tienen más que ver con que comprendas porqué no puedes dejarlo y cómo vencer al monstruo que tienes dentro, que hablarte de enfermedades (que ya ni atendemos).
Dile que a mí me ha funcionado, que lo lea.

Luis, eso que dices es muy sugerente, ya que indica que nada ni nadie te haría volver a fumar. Muy, pero que muy biennnnnnnnnnnnn. No esperaba menos de ti (ni de mí, por eso lo he dejado).

Besos sin humo, pero con humor.

Mar Cano Montil dijo...

Enhorabuena, Merce; eres muy valiente. La princesa ya puede asomarse desde el castillo sin miedo a ser devorada por el fuego traidor del dragón llamado nicotina y mil venenos más... ;)

El día veintitrés de diciembre se cumplirán ocho años desde que luché con mi 'dragón' y le vencí, jejeje... No es que se pueda vivir sin fumar... ¡¡es que se vive mejor sin esta maldita dependencia tan absurda! Como te decía, hace ocho años, una mañana después de mi cafelito, encendí el último cigarrillo... Con la primera calada sentí como si se me hubiera partido el pecho y me costaba respirar... rápidamente lancé a ese maldito fuera de mi vista, muy lejos y para SIEMPRE... Una amiga mía dice que los que hemos fumado seremos fumadores potenciales toda la vida, pero, en mi caso, te puedo asegurar que jamás, bajo ningún concepto (y mira que las he pasado putas, uy... perdón...) volvería a ser amiga de ese maldito dragón que no hace más que consumirte, ¡ni con un hipnoterapeuta! como dice Luis,jejeje...

Besos de buenos humos :)) Adelante y ánimo valiente...

Mar Cano Montil dijo...

Por cierto, se me olvidaba decirte que el libro de Alen Carr me ayudó muchísimo en el sentido que tú hablas, pues yo lo leí cuando llevaba una semana de abstinencia nicotinera ;)) y me ofreció una ayuda inestimable con, digamos, la dependencia psicológica y con la conciencia del daño que te puede causar ese monstruo...

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Qué bueno que hayas encontrado la manera de vencerlo!...si bien nunca he fumado, sé bien que no es fácil dejar, como también soy consciente de lo beneficioso que es conseguirlo!...
mis mejores deseos para sigas adelante con la pelea que sin duda ganarás!
=)

Paseo por las nubes dijo...

Mar, tu comentario me viene de perlas. Ya sabes que voy dando pasitos y renovando mi vida (cada cosa en su momento)y como ahora me encuentro fuerte, pues a por todas, je, je. Digo que tu comentario me ha venido bien porque sé que comprendes lo que significa esto, lo bien que te sientes al luchar contra algo que no sirve para nada, lo que cuesta y como sube la autoestima cuando la gente, los amigos, familiares... te felicitan. Esta sensación de "poder" contra un vicio tan asqueroso es lo que de verdad me hace bailar sobre los tejados.
Besos de cafetera (voy a desayunar, je, je).

Neo, gracias por tus palabras. Dice el libro que además de compadecer a la gente que sigue enganchada, hay que valorar a la que nunca se enganchó; el monstruito vive entre nosotros y va eligiendo al azar, suerte que mucha gente como tú le dio la espalda.
Besos de menta con limón y margaritas, je, je.